miércoles, 22 de julio de 2015

AMSTERDAM

Me encanta viajar... Hacía tiempo que no viajaba por placer al extranjero y acabo de regresar hoy de un corto viaje a Amsterdam. Me encantó. Me habían hablado mucho de esa ciudad, generalmente muy bien y a pesar de ello, no iba con expectativas, por lo que la impresión que finalmente obtuve fue fantástica. En estos 5 pasados días nos hemos recorrido a pie casi toda la ciudad, también tomamos un bote ecológico de esos que hacen un recorrido por los canales más interesantes de la ciudad antigua y montamos en tram, en metro, en autobús, en tren y en taxi. Llegamos en avión, así que creo que hemos transitado en los principales medios de locomoción modernos a través de la ciudad. Lo primero y más llamativo que tengo que resaltar respecto a lo que más me llamó la atención fue la belleza de sus gentes. No solo esta honda impresión no se desvaneció el primer día, sino que fue consolidándose día tras día. Hasta l@s turistas eran bell@s, ¡¡como si hubiesen hecho un casting en el control de aduanas del aeropuerto de Schiphol!! ¡Qué hombres y qué mujeres tan bellos, tan atractivos! Además, como es una ciudad tan cosmopolita, estas bellezas representaban a una inmensidad de etnias diferentes. Aquí sí que se puede hablar de auténtica diversidad social. Es esta otra de las características que me sorprendió muy gratamente. Y el predominio de gente joven, especialmente en el centro de la ciudad, aunque esto lo comprendí al conocer la naturaleza de las construcciones habitacionales de la ciudad: casi no existen ascensores y la mayoría de las casas tienen 3 o 4 plantas de altura..., incluso las construidas en los siglos XVII y XVIII, que son gran mayoría en el centro histórico. Y las escaleras de acceso a las viviendas superiores son tan empinadas que una persona mayor de 60 años lo tiene bien complicado para subir y bajar varias veces al día con semejante inclinación y angostura de espacio. He aprendido algo fundamental de los holandeses: la mayoría viven en espacios habitacionales que no superan los 70m2, lo que les lleva a tener pocos muebles y accesorios de decoración, pero los que tienen, son de primera calidad y dan gran importancia a los artículos de diseño. Como la mayor parte de las viviendas carecen de persianas e incluso cortinas, resulta muy fácil observar los interiores de sus espléndidas aunque pequeñas viviendas. Además de guap@s, l@s holandeses son muy estilos@s vistiendo. Puedes pasarte horas sentado en una de los cientos de terrazas que en verano se abren en las calles viendo a la gente pasar y difícilmente verás a alguien igual a otro, pero eso sí, siempre con un estilo peculiar, tanto en su vestimenta, accesorios o medio de locomoción. Hablando de esto haré mención especial al mundo bicicleta: sabía que normalmente los y las amsterdameses se desplazaban en bicicleta, pero lo que no me imaginaba era la invasión de bicicletas aparcadas por toda la ciudad. ¡¡Impresionante!! Pareciese que las hubiesen abandonado en los cientos y cientos de aparcamientos de bicicletas. Dicen que cada año el ayuntamiento rescata de la profundidad de los canales más de 11.000 bicicletas. Me lo puedo creer tranquilamente. Vale mucho la pena visitar el Rijskmuseum y el Stedelijk. Tanto por sus colecciones permanentes como por las soberbias exposiciones temporales que exhiben periódicamente. Y lo del viajecito en bote por los canales, parece una tontería, pero no lo es. Escogimos unos botes abiertos completamente, de tamaño más bien pequeño, movidos por baterías eléctricas recargables durante la noche. Tendrás la oportunidad de contemplar la ciudad de otra manera. Además, nuestro atractivo timonel nos fue ilustrando acerca de algunas de las claves y secretos de la ciudad, algo que contribuyó enormemente a tener un conocimiento más preciso y cercano de la misma. Ya nos había impresionado la cantidad de embarcaciones que se dedican a recorrer los múltiples canales, llevando familias, grupos de amigos, peñas, parejas, etc. a partir de las 17:00 h., especialmente en fin de semana. Es una de las maneras más inteligentes de pasar una tarde. Se llevan sus picnics o sus cervezas -normalmente artesanas- y mientras conversan, se ríen o hacen un poco el payaso, siempre respetuosamente, van socializando. Sin música atronadora, por supuesto. De hecho, nos llamó la atención la ausencia de música en la mayor parte de las embarcaciones. Otra cosa llamativa que elogiaría de los holandeses es su falta de interés o dependencia en los aparatos tecnológicos: aunque en las tiendas ves los últimos modelos en telefonía móvil, tablets y demás artilugios tecnológicos, casi nadie va hablando y mucho menos enviando mensajes o meramente atentos a las pantallas de sus móviles. No sé si es que directamente se los dejan en casa o es que sólamente los utilizan para llamar o quedar entre ellos y no pierden el tiempo navegando por internet o enviándose tonterías, tal y como se hace en los países meridionales. Tenemos muchísimas cosas que aprender de esta civilizada sociedad: prácticamente no existe el vandalismo, salvo algunas pintadas en contadísimos garajes y almacenes, la mayor parte de ellos en la periferia, o el robo de bicicletas. Pero la destrucción porque sí, como en España, no existe, afortunadamente. Y no es porque no beban: me sorprendió la cantidad de cervezas que consumen, así como la marihuana y el hachís. Las calles del centro huelen permanentemente a marihuana, pero nadie desbarra o monta el numerito. Como mucho, se desnudan y se lanzan a los canales, pero eso, lejos de molestar al personal, sirve para entretener y reírse un rato. Tampoco hay pedigüeños o squatters como hace algunos años e incluso el sábado por la noche, en el barrio Rojo, la gente se conduce con cierta tranquilidad. Quiero decir, que no suele haber peleas ni altercados de importancia, a pesar de lo abarrotado de las callejas. Sí me dio bastante lástima el espectáculo de contemplar tanta juventud extranjera en su gran mayoría, fascinados por ver a las prostitutas en los escaparates o haciendo cola para entrar a locales donde prometían exhibir desnudos femeninos y parejas copulando. Pensaba que a estas alturas del siglo XX los jóvenes estarían ya un poco más educados sexualmente. Otra de las cosas que me han fascinado de esta ciudad son los baños... No penséis mal, ¡por favor!Esas mentes calenturientas...!!! Quiero decir, que me sorprendió el mínimo espacio que destinan en los lugares públicos, sobre todo en los bares y restaurantes, pero a la vez, lo pulcros, lo limpios e inodoros que son. ¡Hasta en el aeropuerto están limpios!Imaginaos la decepción cuando llegué a Madrid y entrré en los baños, la peste a orín nada más franquear la puerta... ¡Y eran las 9 de la mañana! En fin, por decir algo negativo de la ciudad, diré que la encontré bastante cara para el bolsillo actual de un español y que a pesar de la amplísima oferta culinaria, la mayor parte de los lugares para comer resultan caros para la calidad y variedad de la comida que ofrecen.

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